Intolerancia disfrazada

Alguien se apunta un éxito judicial al lograr que se quiten los crucifijos en las paredes de las aula de un colegio en Valladolid.  Otros lo hacen en Jaén.  El ejemplo cunde.
¿El motivo? La vista del objeto ofende a algunos.

Me parece que hoy en día hay muchas personas que tienen la susceptibilidad demasiado a flor de piel. Hay quien dice que un par de palos de madera cruzados encima de la pizarra de un salón de clases no son nada, pero representan unas ideas que no todos comparten. Ante eso consideran que es preferible que, tanto las ideas como los símbolos que las representan, se mantengan en el ámbito privado de quienes quieran seguirlas

Las ideas, como los pensamientos, son intangibles que pertenecen al reino de la mente. Allí encerradas no hacen daño a nadie, como no sea al propio sujeto. Entonces, cada quien con sus ideas. Pero pienso que un par de palos cruzados (una media luna roja, una svástica…) no son nada en sí mismos. Su simbolismo está en la mente de quien los observa. Ciertamente que, conociendo el significado que se les atribuye a tales «símbolos» configuran físicamente la representación de ideas. Pero no son de las ideas de las personas de quienes yo tendría que preocuparme, sino de las posibles acciones que esas ideas pudieran conllevar al manifestarse externamente. Un hombre callado, sentado a mi lado en el autobús, está lleno de ideas y creencias de todo tipo. Pero ellas, aún cuando fueren antagónicas a las mías, no representan nada mientras solo estén en su mente. Tampoco representan mucho, si se decide a verbalizarlas y me las cuenta. Yo veré que caso les hago. Me preocuparé si, por esas ideas, el hombre decidiera hacer algo que llegara a afectarme en alguna forma evidente.

Ante resultados judiciales como ese, no me extraña nada tantas fobias que se manifiestan de forma pública cada vez más. Molestan las mujeres que llevan velo en la cabeza, molesta quien viste un sari, molesta quien parece o resulta gay o lesbiana; molesta quien se atavíe con una sotana, un traje de monje budista o de Hare-Krisna, con unos vaqueros apretados y llenos de tachuelones, una minifalda, una tanga, un monokini, y molestan hasta las bragas de la vecina colgadas en la cuerda del tendedero, y pare usted de contar. Hay personas a las que, en su intolerancia, cualquier cosa y todo parece molestarles, y no se dan cuenta de que también ellos mismos les resultan molestos a otros intolerantes. De eso se trata todo esto, de intolerancia pura, a la que se pretende disfrazar de un falso y mojigato sentido del decoro o del no se qué.

El uso de ciertos elementos de connotaciones marcadamente religiosas, para la invocación del poder superior o para poner a éste como testigo de lo que se hace, está arraigado en muchísimas culturas. En una España que actualmente parece volcada a gritar a los cuatro vientos su condición «laica», suprimiendo los símbolos religiosos cristianos de todos los lugares públicos, las tomas de posesión de ministros y presidentes se hace por medio del acto de «juramentación» sobre una mesa con un crucifijo, o sobre una Biblia, como hacen en muchos otros países, incluyendo a los Estados Unidos de Norteamérica. También a los testigos en juicio se les pide que, sobre la Biblia, juren decir la verdad. Y aún cuando quitases las bases materiales (crucifijo o libro), la simple palabra «juramento» es un símbolo en si misma. Hasta el dinero, en USA, tiene una invocación impresa diciendo que confían en Dios. ¿Debemos cambiar la Biblia por el Libro de los Muertos, el Corán, la Kábala, o algún libro con la recopilación de los pensamientos de Buda? ¿O la sustituiremos por el Código Civil o a la Constitución? ¿Debemos decir que confiamos en Dios, o lo cambiamos para otra deidad?  O mejor aún: no juramos por nada ni por nadie.

Ciertamente que las paredes de esas escuelas estarán igual con o sin el crucifijo, (o sin la fotografía de sus majestades el Rey y la Reyna de España). Por supuesto que haberlo quitado no vulnera el derecho de nadie, estamos claros en eso. Y quienes acuden a clases también estarán igual con o sin el crucifijo allí colgando.

Sin embargo yo creo que no se trata de eso la cruzada símbolo-fóbica. La gran pregunta es: ¿Vamos a quitar de los lugares públicos todos aquellos elementos simbólicos (religiosos o no) que ofendan a alguien individualmente, o a algún colectivo?

Entonces yo podría comenzar pidiendo que se quiten de la geografía española todas las vallas del Toro de Osborne. ¿Por qué? Pues porque me resulta molesta su connotación taurina. Y quizás en esto algún grupo feminista se me una, diciendo que los enormes testículos colgando les son ofensivos, pues son un símbolo marcadamente machista. Alguien más podría añadir, además, que la vista de tales apéndices sexuales pudieran herir la sensibilidad de los niños. (Los niños de ciudad, por supuesto, porque los del campo ya están curados de todos esas mojigaterías). Y así mismo, yo podría sugerir algunas otras ideas más por el estilo, de cosas que podría afirmar, jurando sobre la Biblia (o sobre el libro que quieran ponerme) que me resultan ofensivas, aunque no sea cierto. Pero me pregunto: ¿por qué no quitamos las Mezquitas y todas las iglesias, y dejamos lo religioso para el ámbito interno del hogar, como en la antigua Roma? Así nadie se sentirá ofendido.

Si para el ambito público vamos a tener en cuenta las creencias religiosas de cada persona o grupo social, estamos perdidos. Debido a ellas hay muchos millones de personas a las que la imagen de un cerdo les resulta altamente ofensiva. ¿Algún juez sentenciará que debemos quitar todas las patas de cochino que cuelgan sobre las barras de los bares, tascas y restaurantes de España? Pues, entonces, tascas como el Museo del Jamón, o la charcutería (jamonería) del barrio perderían todo su encanto. Yo digo que el que no quiera que no entre. ¿Verdad?

Ningún símbolo hará que yo me sienta ofendido, mucho menos que peligre, ni por un milisegundo, ni mi sentido de la igualdad, ni mis creencias personales, ni mucho menos mi libertad de conciencia. En realidad, no hay nada sagrado.

¿Qué tal si para esta próxima Semana Santa prohibimos las procesiones en toda España? Son un símbolo de una religión con la que millones no están de acuerdo. ¿No les parece? ¡Es que hay tantos ofendidos por ahí sueltos!

Nota: Imagen del cristo en el aula, tomada de: http://www.20minutos.es/noticia/431301/7/

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2 respuestas a Intolerancia disfrazada

  1. keyla dijo:

    Recomiendo la película Crash, un ejemplo indiscutible de la INTOLERANCIA que invade a la población del siglo XXI… que por cierto, espero que la TOLERANCIA se enseñe en la famosa asignatura de «Educación para la Ciudadanía» (de la cual estoy en contra pues ningún gobierno, partido ni religión debería decirnos cuáles son los valores que requerimos, pues es muy suceptible a manipularse: sino veáse la revolución bonita en venezuela).

    Sin hablar de la hipocresía de los «laicos» y los «religiosos», que bastante me canso de ver casos de personas que ni se saben el padre nuestro pero se casan por la Iglesia «porque luce más» y luego se van promulgando laicos.

  2. Me parece perfecto el comentari, pues se die todo-ocasi todo- circopor medide alusiones y reflexione puntuales y vrídicas.Hace falta tener ea lucidez y clariidencia.Lo que tambiñen intuyo es una especie de miedoo resquemor a pisar una raya trazada por los pensante delpaís, raya,que sipisas o rozs, te cae el anatema y pasas a ser alimento de los leones del circo-plazas de toros habilitadas al efecto para gustoy regocijo de la plebe laica y enfebrecida. Así que ¡cualquiera!

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