Hoy domingo, luego de salir del gimnasio DreamFit en el mercado de Las Ventas en Madrid, bajé al primer piso. Los puestos de ventas están cerrados, excepto el de pollos a la brasa y una licorería que vende vinos y que, los fines de semana, pone paella de aperitivo.
Esta vez, en lugar de un Albariño disfruté de un Verdejo. En mi opinión, en España no hay como los gallegos para hacer vinos blancos, así como los portugueses con su viño verde. Y eso porque no me he encontrado con uno de los mejores de Canarias, reconocido a nivel internacional y muy apreciado en Inglaterra, como lo es el Malvasía Seco Colección 2018, de las Bodegas El Grifo, las más antiguas de Lanzarote. (*) Como que voy a tener que pedirle a mi colega y hermanazo Luís Reyes que me envíe aunque sea media botella.
Pues bien, el caso fue que, después de ese Verdejo, salí a las 13:00 y ni me enteré de los 40 y más grados al sol. Exteriormente, yo podía pasar la prueba de caminar sobre una línea recta durante un kilómetro o sobre un muro a dos metros de altura. Incluso levantar una pierna y hacer equilibrio durante toda la tarde. Eso, sí, internamente era consciente de la rotación de la tierra y de su traslación vertiginosa alrededor del sol.
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