Juegos sexuales de todos los días

poquer, flor imperial o royaleEl hombre vestía un sobrio traje gris de finas rayas verticales, y corbata de color azul claro. Tenia pinta de ejecutivo pisando los cuarenta. Ella tendría unos… ¿Quién puede saber la edad de una mujer? Pero, en todo caso, era unos cuantos años menor que él. Parecía sacada de una revista de modelos. Vestía un conjunto vaquero, de ceñido pantalón y ajustada chaquetilla con el botón superior desabrochado, quizás para que respirara un poco su exuberante anatomía.

Distraídamente elegí una mesa junto a la pared. Apenas había caído la noche y aún no había mucha gente en el restaurante. Un solitario por allá, dos familias por un lado y la pareja por otro. No necesité la carta para ordenar mi antojo de esa noche. Las dos familias iban ya finalizando el banquete, y dos niños comenzaban a inquietarse y corretear por el salón. Sobre la parejita no se de que iba el asunto, porque esa película tenía rato empezada. Aparentemente ya había cenado y bebían algún licor entre mucho cruce de miradas y sonrisas. No había que ser experto para darse cuenta del juego de póquer que se traían entre manos.


Entraron dos nuevos comensales. Era un matrimonio ya mayor. El gran televisor de pantalla plana colgado de una pared presentaba una imagen dividida. En un lado un partido de baseball, y en el otro un documental sobre el Líbano.

La parejita parecía estar preparando la mano final. Las apuestas ya estaban cerradas. Ella tomó la iniciativa y decidió destapar un par de sus cartas. Con una sonrisa de picardía se inclinó hacia delante y puso sus dos mejores naipes sobre la mesa. Me pareció que la chaquetilla bluejean tenía ahora dos botones sueltos.

Al hombre se le atragantó el sorbo y tosió un par de veces ante tales redondeces así expuestas. Los ojos se le abrieron y el rostro se le coloreó. Con un dedo se aflojó el cuello de la camisa para respirar mejor. De repente, hasta el pantalón le quedó apretado en la entrepierna, pues se movió de un lado a otro, buscando espacio para acomodar lo que se había estirado. Fue cuando pareció darse cuenta que, la simple pareja y el as que él tenía guardados eran poco. Porque estaba seguro que, con las cartas que ella aún escondía bajo la mesa, completaba una invencible Flor Imperial, ya dispuesta para abrirse si él pedía ver.

Cruce de miradas, piernas que se tocan bajo la mesa, manos que buscan pretextos para rozarse, palabras suaves y sonrisas de complicidad. Era el viejo juego sexual. Aquella partida estaba acabada. Pero, en aquel juego tan particular él no perdía, sino que los dos ganaban.

Ella se levantó. Él, muy galantemente se apresuró a retirarle la silla. Pasaron caminando junto a mi. Noté un fuerte calor, y no era precisamente de la humeante pasta a la carbonara que me acababan de servir. Si, ella llevaba dos botones desabrochados. Era curioso que, a pesar de no tener ojos sino uno para el otro, no hicieran más que tropezar entre sí. Quizás fuese el efecto de las bebidas. Y salieron totalmente ajenos al resto del mundo. Al igual que yo, siempre tan distraído, mirando la televisión.

¿Se habrán hecho la pregunta cliché: «Tu casa o la mía»? O habrá sido algo más moderno como: ¿Vamos en tu auto o en el mío? Supongo que nunca lo sabré. Pero lo que si estoy seguro es que los dos iban a disfrutar el premio de aquel peculiar póquer sexual que habían jugado. Yo seguí disfrutando la cena, distraídamente, como de costumbre, mientras miraba en la televisión el programa aquel de… Bueno, el programa aquel que pasaban.

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2 respuestas a Juegos sexuales de todos los días

  1. Marlu dijo:

    Yo no sé jugar al poker, pero sí sé jugar al mus, por lo que cuentas el llevaba juego de 31, y ella dobles parejas, de grande y de chica, supongo que nadie pidió mus porque los dos estaban servidos, y supongo que la partida se haría piedra piedra hasta el órdago final, ya se sabe, si no hay mus, hay piedras.
    La verdad es que te ha quedado redondo el post, entre el documental, la carbonara, la mirada distraída y los botones inquietos, ha sido un relato fino y divertido, sobre un tema común pero contado con mucha gracia.
    Me alegra verte contento allende los mares. Un abrazo.

  2. sex shop dijo:

    Muy buena narracion, me quedé con las ganas de saber como siguio la partida de poker… aunque supiera el final.

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