Por el amor de un perro supera la anorexia. (V)

campaña contra la anorexia
ADVERTENCIA: Esta es la última parte de una narrativa basada en un hecho actual. Si no has leído la primera, te recomiendo hacerlo.

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perra french poodle

La bella durmiente.

La mujer interrumpió sus pensamientos cuando llegaron quienes esperaba. Estaban desesperados y habían decidido jugarse aquella baza. Traían una canasta de bebé. Adentro, bien cubierta por una sabanita, estaba Mía. La perrita, como si realmente supiera de qué se trataba, no se movía ni hacía ruido alguno. La habitación había quedado sola y era el momento oportuno. Al dejarla sobre la cama, la vivaz perrita corrió hacia el pálido rostro. Lo repasó una y otra vez con su lengua. Era su forma de besar a su dueña y demostrarle cariño. Lamió sus labios y comenzó a mover su cola de un lado a otro, cada vez con más rapidez y alegría.

A un lado de la cama, su madre y vecinas observaban en silencio, con los ojos bañados en lágrimas y un nudo en la garganta. Creyeron ver un leve espasmo en un brazo. Mía ladró y aumentó sus lengüeteadas al rostro de su dueña, con mayor frenesí. Se produjo un movimiento más fuerte en el brazo de la durmiente; los labios se abrieron un poco y la cabeza giró levemente, apartándose. Un instante después, como por un milagro, Mar abría los ojos.

Un cambio radical.

Mar puede contar su historia con un final feliz. Logró sobrevivir al dengue y se encuentra restablecida. Durante su enfermedad perdió el empleo como promotora. Quiso volver, pero a causa del suero y los cuidados del hospital, había sobrepasado el límite de peso que le exigían, por lo que no la aceptaron. La trataron mal y hasta dijeron que se veía fea y gorda.

En la actualidad Mar trabaja por su cuenta, vendiendo cosméticos de una reconocida firma. Su peso es de 65 kilos, y está dentro del índice de masa corporal que le corresponde. Cambió de hábitos alimenticios, de consejos y de espejo. Ahora, cuando se mira en uno, ya se ve a sí misma tal cual es, y se da cuenta de que, como mujer, no está nada mal a los ojos de los hombres.

La fuerza del amor.

No sabe lo que ocurrió mientras estuvo en coma, pero está convencida de que, si hubo algo que le sirvió de asidero mental para permanecer en este mundo, tuvo que ser el enorme cariño que sentía por su perra, a la que no quería perder ni dejar sola. Ese mismo amor le sirvió para sobreponerse a sus problemas de alimentación. Considera que el día que encontró el pequeño bulto de pelo sucio en aquella asquerosa jaula de la perrera, fue el más dichoso de toda su vida, y que estos 18 meses han sido los únicos por los que le ha merecido la pena vivir y esforzarse en progresar. Siente que, de no haber sido por ella, su vida habría seguido igual o, posiblemente, terminado mal.

Con las cosas claras.

Pero, en todo esto hay algo algo que siempre ha tenido muy claro, y que ahora, más que nunca, ratifica. Mar afirma que tener a un animal de compañía representa una gran responsabilidad, a la que hay que afrontar tal cual si se tratara de tener un hijo. No se adquiere un perro, un gato u otro animal por simple gusto estético o moda, como si fuera un objeto de decoración; ni por un impulso visceral, como quien se compra una cartera que luego podrá tirar o regalar, cuando pase la moda o se pierda el interés.

Hoy en día, Mar destina parte de su tiempo libre a colaborar, en México, con una organización que rescata perros y los da en adopción. Una cosa que le llama la atención es que, de todos los que allí trabajan, solo ella es Mexicana. La mayoría son canadienses.

Mar ha entendido bien dos problemas. Uno es el de los animales callejeros, y las causas de las pocas personas que se ofrecen para adoptar. Dice que, en México, el costo de la esterilización de un animal equivale a una quincena de salario, y la atención veterinaria, el alimento especial y todo lo que se requiere para tener bien a un animal, no es nada barato. La mayoría de las personas ganan muy poco y apenas les llega para vestir y dar de comer a los hijos. No quedan restos para ir alimentando animales, mucho menos para gastar en ellos una tortilla.

El otro es el de la anorexia y la bulimia, y las causas por las que se puede caer en ese horrendo y tenebroso mundo de fantasía negra y retorcida, en donde se permanece atrapado por el embrujo de un espejo y la imagen distorsionada que muestra a nuestros ojos. En este caso, como en tantos otros, lo único que nos puede ayudar es el amor. Pero no sirve el que está afuera, el que otros puedan sentir. Solo el que nosotros llevamos dentro tiene la fuerza o el componente mágico para hacernos superar montañas. Cuando sentimos amor por alguien, al punto tal que, ante el trance de perderlo o dejarlo abandonado, prefiramos sacrificarnos nosotros, rompiendo incluso el espejo para salir del mundo obsesivo que hay en él, matamos esa imagen irreal de perfección física que nos habíamos impuesto. Parece que, tras ese esfuerzo de vida o muerte, la mente se aclara, regresándonos al mundo de la realidad.


NOTA: se ha conservado el nombre de Mía, la perrita, cuya foto es la que se incluye. Los demás nombres son ficticios, a petición expresa de la protagonista.


Foto de cabecera: recortada y tratada digitalmente; original del fotógrafo italiano Oliviero Toscani para una campaña publicitaria.


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3 respuestas a Por el amor de un perro supera la anorexia. (V)

  1. Me pareció muy fría la empresa para la cual trabajaba Mar, yo la hubiese demandado. Muy tierna Mía y me alegro que esta historia haya podido ser contada a tí por la protagonista. Gracias por compartirla. En cuanto a los perros, dicen que tienen conciencia, por algo se presentan tantos casos de identificación que me muevena pensar que ellos también tienen sentimientos.

    Besitos amistosos para tí y un abrazo para Mar y para Mía.

  2. Luis Amezaga dijo:

    Mi opinión es que el apego natural que tenemos a la vida es de tal fuerza que el motivo que aducimos es secundario. El amor a un animal, a un familiar, a las plantas del balcón. Mis felicitaciones para la superviviente.

  3. Lo importante es que ese camino al abismo puede tener un retorno. Pero pienso que los autores del mal; los directores de casting, modistos, diseñadores o enfermos mentales diversos son los que deberían señalarse con el dedo de la culpabilidad. No soporto las fotos en prensa de esas pobres enfermas en la pasarela y los comentarios de los tarados sobre lo que llevan colgando en vez de ocuparse de esas personas.
    ¿Tendrán a régimen también a sus caniches?

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