Caballos, prostitutas y grandes hombres

En la vida necesitamos con frecuencia realizar ciertos ejercicios de contraposición para poder valorar mejor algunas cosas. Ante la noticia de la muerte de un gran amigo, comparando, recordé mi primer destino como oficial de marina mercante recién graduado en el año 1971. Fue en un buque petrolero de nombre Shell Aramare, perteneciente a la entonces compañía Shell de Venezuela.

Como siempre, lo primero que hacen los compañeros es ponerte al tanto de las peculiaridades del capitán, dato muy importante abordo. El de aquel buque era un ser anodino, ya bastante cercano a la edad de jubilación. Sus dos temas de conversación eran las carreras de caballos (juego del 5 y 6, principal pasión venezolana después del baseball) y las putas de los bares de La Concha, en Cardón,  Estado Falcón, Venezuela; él parecía conocerlas a todas.

Con veintidós años y sin interés en las apuestas hípicas, yo no tenía idea ni de unos ni de otras. Como tampoco mostré interés por integrarme en  ninguno de los dos temas de conversación obligada desde el puente de mando hasta el comedor, ni que decir tiene que enseguida chocamos los dos. Con el tiempo, el hombrecillo me pasaría la factura por mi manifiesto desplante.


Por esas jugarretas que el tiempo nos hace, a veces se te queda grabada en la retina la imagen de una persona que recuerdas con gran afecto. El tiempo pasa, pero tú no te das cuenta de que la vejez llega para todos y el aspecto de las personas cambia.  Al final, cuando es el momento, la dulce dama de negro o ángel de la transición también llega para realizar su cometido cíclico y marcar un fin y un inicio. Así fue que hace ya un tiempo, su hijo Erick me comunicó el fallecimiento de mi amigo Leif  Schjoren Minde, a quien yo no veía desde hacía un buen número de años.

Recordar al capitán aquel y a mi amigo Leif es como contraponer a un hombre y a un dios. No hay comparaciones posibles. Nacido en Noruego, Leif fue un joven rebelde con sus enraizadas costumbres familiares.  Un buen día renunció a todo y se largó de las heladas tierras nórdicas y aterrizó en el polo opuesto, haciendo de gaucho en las pampas argentinas. Cuando se cansó pasó a Venezuela, en donde formó hogar por muchos años. De alguna forma, saltando de aquí para allá, terminaron basándose en España, desde donde él recorrió el mundo por motivos laborales.

Títulos universitarios y cinco idiomas por medio, la flema noruega de Leif  Schjoren y 15.000 años de evolución en esta roca estelar lo hicieron lo que fue en esta vida. Cuando yo lo conocí, treinta y tantos años atrás, congeniamos pronto. Encontramos que no solo compartíamos un origen común, sino una peculiar afinidad de ideas,  creencias, inquietudes y búsquedas. Vamos, que se cumplió la Ley de Afinidad.

Él era también un ecléctico practiante del camino del medio, con énfasis en la tolerancia de ideas y abierto a las posibilidades. No importaba el tema de conversación que le plantearas ni la hipótesis que formularas. Por más descabellada que fuera merecía su atención e interés. Era el mismísimo Mr. Espock,  pero con sentido del humor. Ni pestañeaba si le hablabas de la existencia de Shangri-La o la  Atlántida, pues era como si ya hubiera estado en ellas. Podías plantearle que Odin, Thor y todos los dioses de Asgard y los del Olimpo no fueron más que extraterrestres. El te hablaría como si hubiera cenado con todos ellos la noche anterior, cual si expusiera una tesis doctoral, con más argumentos pétreos que Erich Von Däniken.

Ni se inmutaba en lo más mínimo si le decías cosas como que Jesús debió de haber sido homosexual, por rodearse de tantos hombres. Después de escuchar tus teorías te hablaría en profundidad de que, todo lo contrario, Jesús tuvo una mujer. Te mencionaría todas las costumbres judías, hebreas, árabes, egipcias y de  otras culturas de la época, como lo haría el mejor historiador y más afamado arqueólogo, disertando sobre su vida «no conocida» y las teorías que aseguran que Jesús vivió y murió en Cachemira.

Podíamos conversar de acupuntura, de medicinas alternativas, radiestesia y funcionamiento de los dermatrones;  discutir los hallazgos expuestos  en el libro Muchas Vidas Muchos Maestros por Brian Weiss y los de  otros autores, las últimas teorías sobre la reencarnación, parasicología y metafísica. Podíamos hablar de vacas, caballos y cría de conejos, o bien confrontar ideas sobre las doce dimensiones paralelas, mecánica cuántica, cosmología y astrofísica, así como  Filosofía Zen y el Camino del Tao, apertura de chakras y meridianos energéticos. Discerníamos sobre masones, rosacruces, hermandades secretas, templarios y constructores de catedrales; de los portales o sellos planetarios, de logos, avatares y otros seres energéticos; de los secretos del Tai Chi Chuan o de cualquier otra cosa. Con él todo era posible. Era como estar en una biblioteca dotada con todo el conocimiento humano.  Sin embargo (lo que son las cosas), con Leif  nunca me sentí obligado a hablar de los últimos ganadores de las carreras de caballos en el Hipódromo de La Rinconada… ni mucho menos de prostitutas. Ni falta que hizo.

Ahora, treinta y nueve años después de que yo pisara la cubierta de aquel buque supertanquero, de caballos sé algo más, porque siempre me han gustado y siento amor por ellos; pero de competiciones hípicas y apuestas sigo sin conocer nada. Sobre mujeres creo que poco más habré aprendido; quizás lo justo.  A cerca de prostitutas sé que son mujeres y que merecen mi respeto, como cualesquiera otras; mujeres que tienen un oficio tan bueno y malo como tantos otros hay; pero que, a falta de otra cosa, les permite vivir, que es lo que necesitan. Al fin y al cabo, como todo animal, la vida del hombre se reduce a realizar la próxima respiración y poder encontrar la siguiente comida.

Con aquel capitán que tuve al mando aprendí sobre incapaces, pusilánimes, mequetrefes y anodinos. Fue bueno el aprendizaje, porque me encontré muchos más luego. Con mi amigo Leif  Schjorena prendí  que así como hay simples hombre y hombres simples, también hay  grandes hombres y más que hombres: farahomes, superhombres a un paso del estado de semidioses. Porque hay personas que dejan recuerdos que los hacen inmortales.

Cosa curiosa, la noticia de su muerte física no me afectó tanto como otras pérdidas lo han hecho; me conmovió, pero en forma distinta. Será porque estoy consciente que nuestros caminos volverán a encontrarse y discurrir juntos otra vez, en algún otro momento y espacio dimensional.   Ya continuaremos conversando, yo no tengo prisa.

Conociéndolo como lo conocí, estoy seguro de que mi amigo Leif estará sonriendo, al ver que junto a mi amor por los caballos y mis gratísimos recuerdos sobre su persona y nuestras conversaciones, mezclo a esas trabajadoras sociales que ejercen el oficio más antiguo. Pero así somo los dos.

Sum Tai, amigo Leif.

In memoriam.

Esta entrada ha sido publicada en Gente y lugares, Reflexiones sociales, Venezuela y etiquetada como , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

3 respuestas a Caballos, prostitutas y grandes hombres

  1. Daniel San Sebastián Lázaro dijo:

    Hola Jesús, lamento la muerte de nuestro amigo, hasta ahora no era consciente de ella. Coincidí con el en Arcos y Jerez de la Frontera durante 6 meses, entre 2004 y 2005, hasta que decidió abandonar el oficio de constructor de fábricas de forma definitiva. Me alegra ver que habiéndole conocido en circunstancias y épocas tan distintas ambos tenemos un recuerdo tan grato y especial. Leif era un verdadero Sat anás, o portador de la luz, como a él le gustaba decir. El tiempo que permanecí junto a él fue brutalmente enriquecedor para mí, ya que pasaba toda la jornada pegado a él, como buen aprendiz.

    Estoy seguro de que ya vuelve a caminar entre nosotros.

  2. guardafaro dijo:

    Daniel, por tus palabras de duzco que, en efecto, lograrles ver todo lo valioso que había en Leif. Y como pudiste comprobar, no era de los que se guardaba nada a la hora de trasnmitir sus conocimientos y enseñar a otros. Era una enciclopecia, pero abierta para todo el que quisiera leer en ella.

  3. Sobrevivendo en estas aguas, años más tarde. Aun guardo muy fresco el recuerdo en la memoria su sonrisa, su mirada y sus manos. La verdad es que si, inmortal es por vuestras palabras y porque hoy vive en mí y en lo que traspasaré a mi hija Katia. No siempre fue fácil, lo dice un hijo, pero tuve el mejor de los padres y el mejor de los maestros. Me ha dejado una herencia enorme, en cada una de mis células, que soy consciente aun no abarco. Y muy contento por vuestras palabra también quiero añadir que con los años, me voy dando cuenta de lo que no se guardo, pero no dijo. En silencio, un millon de veces me dejó pistas, pequeños gestos o actos, y ejemplos para que yo con mi libre albedrío escogiera. La verdad es que nunca me sentí juzgado, hiciera lo que hiciera. Aun hoy su energía me contempla con paciencia pensado que debería no ser tan serio, -¡pero ya llegará! Ríe, me ve, y ve el mundo sólo como el pudo hacerlo.

    Gracias papá.

    Tu hijo

Los comentarios están cerrados.