Ya no sé que voy a hacer desde que los tribunales han dictaminado que decirle a alguien que es un hijo de puta ya no es una injuria. Al parecer se asume que no estás haciendo alusión a una condición de su madre, sino que se trata de un término coloquial, una simple degradación social del lenguaje. O así lo calificó un juez. Vamos, como si estuviéramos en Argentina. Por eso, decirle hijo de puta al jefe no se considera una causal de despido.
Pero cuidado, si eres un jugador de fútbol no se lo digas al árbitro ni a los jueces de línea, porque ellos aún lo consideran insulto y te sancionan. Ellos no entienden que equivale tan solo a un «Che, mirá como te lo digo, que sos un hijo de puta, viejo pelotudo».
En España la mayoría de los insultos giran en torno a cagarse en algo (la leche que mamaste, la ostia; un tal Ros, que no se quien fue, en los diez mandamientos y en lo que se atraviese por medio), siendo el mayor de todos el hacerlo en la madre de alguien. Bien sea mancillar su nombre con heces o insinuar que no era una señora decente, siempre ha sido de lo más ofensivo que se le podía decir a una persona cuando se trataba de insultarla. Porque la madre que nos trajo al mundo representa lo más sagrado de nuestra sociedad.
Sin embargo, no conformes con quitarnos el primer insulto por vía judicial, ahora resulta que lo segundo tampoco lo es, al menos en opinión del Comité de Competición de la Federación de Fútbol. Es decir, que como español, de un día para otro, por obra y gracia de una sentencia judicial, por un lado, y de una opinión de autoridades deportivas por otro, que mecagoenlamadre que parió a los tíos que las dictaron, me he quedado sin los dos mayores insultos posibles desde el siglo XIX para acá.
Las palabras y hechos insultantes han venido cambiando con las épocas. En algunas, no tan lejanas, para limpiar tu honor mancillado te batías en duelo a muerte por un quítame allá esa paja. Ahora nos quitan los insultos clásicos. ¿Qué nos queda? ¿Qué podremos usar como insulto?
Claro, debemos tener en cuenta dos factores fundamentales en esto de los insultos. El primero es que no insulta quien quiere sino quien puede. El segundo y principal, que solo se puede insultar a quien está dispuesto a sentirse insultado. O dicho de otra manera: que no puedes insultar a quien no quiere sentirse ofendido; que viene a ser lo mismo del dicho ese de que dos no discuten si uno no quiere.