Cerebros que comprimen el tiempo y el espacio

Coral cerebroLas computadoras pueden realizar operaciones a velocidades asombrosas. Sin embargo, la capacidad del cerebro humano sigue desafiando toda lógica. Son variados los casos de personas que pueden realizar complejas operaciones matemáticas, muchísimo más rápido que el más veloz de los microprocesadores. Quiere ello decir que, las conexiones neuronales del cerebro, trabajan con mayor eficiencia que los circuitos integrados. Eso es, si nos basamos simplemente en la velocidad a la que un impulso eléctrico puede ser transmitido.

Para aumentar esas velocidades de transmisión se ha desarrollando el cable de fibra óptica, que trabajan con luz, la cual viaja a una velocidad muy superior a la electricidad.

Y aquí viene mi punto. Si la velocidad de la luz es constante, entonces el cerebro humano parece tener la capacidad de comprimir, o el tiempo o el espacio.

Una fórmula elemental nos indica que el tiempo (t) necesario para recorrer un espacio o distancia dada (e), será igual a esa distancia dividida por la velocidad (v) a que nos movemos. Esto se representa por la conocida fórmula t= e/v. En este caso, se pensaría que la luz siempre recorrerá la misma distancia en igual tiempo. Sin embargo, esto no deja de ser sino una mala suposición. Pero mejor pongo un ejemplo práctico para ilustrar mi punto.

La luz de un semáforo está en rojo. Usted se encuentra tras del volante de un automóvil, detenido de primero. En el momento en que se produce el cambio del rojo al verde, la luz recorre la distancia que separa al semáforo de sus ojos. Su cerebro lo registra de manera prácticamente instantánea. Lo mismo le ocurre al conductor que se encuentran detrás porque, para la enorme velocidad a que la luz viaja, la pequeña diferencia de distancia entre los dos vehículos puede considerarse despreciable. Entonces, tanto usted como el conductor que se encuentra en el auto de atrás, estando ambos igualmente atentos, deberían ver el cambio de luz al mismo tiempo. Pero no es así.

Esta es una extraña condición, quizás no perteneciente a la física sino al campo de la parasicología. Porque antes de que el cerebro de usted —que es una persona muy normal— haya procesado que se produjo el cambio del color rojo al verde, ya el automovilista de atrás le ha tocado la corneta tres veces por lo menos, para que se mueva.

¿Qué ha ocurrido en esta situación planteada? Se pregunta uno. Porque si la velocidad de la luz en el espacio es constante, pero el tiempo que el conductor del auto de atrás tardó en darse cuenta fue menor que para usted, solamente puede haber ocurrido una de estas dos cosas. El cerebro de aquel comprimió el tiempo o comprimió el espacio que lo separaba del semáforo.

En este punto el lector interesado podría remitirse a la Teoría de la Relatividad, de Einstein, si desea darle una repasadita.

Y de esta peculiar situación, que muchos habrán vivido, podemos proponer para el DRAE una nueva definición, según expongo.

Infinitésimo de instante: «es la diferencia que transcurre entre el tiempo en que la luz de un semáforo cambia del rojo al verde, y el momento en que el conductor de atrás te toca la corneta para que muevas el vehículo».

Vaya usted atento en su atutomóvil, viva la experiencia y ya me contará.

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