Comentaristas negros y blancos

Letrero en un bar, que dice: Hace un día precioso, verás como viene alguno y lo jode.De los negros venenosos.

No, esto no va de racismo, sino de los comentarios dejados en blogs, diarios digitales y otros medios.

La mayoría de quienes tiene o han tenido un blog han pasado, en mayor o menor grado, por la desagradable experiencia de que en los comentarios les cayera uno de esos llamados trolls o comentaristas negros y nefastos, con comentarios llenos de odio, viscerales y destructivos. En ocasiones, en demasiadas ocasiones, han sido comentarios que en nada tenían que ver con el post o artículo publicado. También, como no podía faltar, ese odio era vertido contra otros comentaristas, porque el asunto era quemar, fuera a quien fuese.

Este es uno de los grandes problemas que están confrontando las versiones online de muchos diarios. Los diarios o periódicos impresos no son medios de comunicación (por más que, de manera errónea, se les denomine de esa manera); son tan solo unos medios de información. Porque para que exista lo que se llama «comunicación» propiamente se necesitan tres elementos concurrentes: un ente transmisor (alguien que diga algo), un mensaje a transmitir, un receptor que atienda el mensaje «y responda». Si no existe este tercer punto no es comunicación, sino información. Esto es lo que son los periódicos impresos y los noticiarios de radio y televisión.

La era digital les dio la oportunidad, a través de las ediciones online, de constituirse en verdaderos medios de comunicación social, puesto que los lectores podían responder al contenido del artículo e interactuar. Pero, como digo, debido a esos negros comentaristas nefastos, muchos de estos medios digitales han suspendido los comentarios totalmente o en determinados artículos. Que es lo que han hecho también muchos blogers.


Hoy en día, de los cinco blogs que yo llegué a tener eliminé dos. Conservo este, que mantengo con vida desde mi faro en alguna lejana galaxia; el blog de perros y gatos, al que hace mucho que nada le agrego, y mi blog como escritor que ha sido el último y en el que doy a conocer mis novelas y cuentos publicados. También he dejado de ser parroquiano consecuente en muchos de los blogs que antes seguía, más que nada por falta de tiempo que no por desinterés, y mantengo el contacto con un puñado de ellos.

Un cambio positivo.

En este período de quince años he notado cambios en los comentarios de mis blogs, particularmente en los últimos tres o cuatro años y, muy en especial, en mi blog como escritor. Hay muchos de quienes se han leído mis novelas que prefieren enviarme un email, en lugar de dejar el comentario. Los motivos que algunos indican son muy válidos y los puedo reducir a tres: Uno, evitar posibles comentarios venenosos de otras personas en respuesta al comentario de ellos; dos, están seguros de que obtendrán una respuesta por mi parte; tres, darme su parecer sobre particularidades de la novela que, de hacerlo como un comentario publico, son conscientes de que desvelarían detalles importantes de la misma que resultan claves.

El primer motivo está en la línea de lo que ya he manifestado antes. En el segundo tienen toda la razón, porque yo puede que no responda a un comentario (raramente lo hago), pero siempre responderé a un correo.
El tercero es algo que agradezco profundamente. Más de una vez, al moderar un comentario antes de aprobarlo, he tenido que quitar alguna parte y dejado la nota de [parte del comentario eliminada por el moderador]. Porque hay lectores que, a la hora de dar su opinión entusiasta sobre una novela o algunos pasajes, de dejarlos hubieran hecho públicos los detalles claves que yo quería mantener ocultos hasta el final. En esos casos respondo al comentario y aclaro los motivos de la mutilación realizada.

Yo no sé si esto marca algún cambio de tendencia de los comentaristas, ya que ignoro lo que ocurre en otros blogs. Yo prefiero este sistema de comunicación por email, a pesar de que ello me de más trabajo y disminuya el número total de comentarios, con lo que pudiera parecer que es muy bajo o que no los hay. Lo prefiero, digo, porque no solo se hace más íntimo en una relación lector-autor, sino que ellos se explayan más, son más sinceros en sus opiniones y realizan análisis más profundos y largos. Algunos han sido tan sumamente brillantes que yo los hubiera publicado gustosamente en Amazon junto con la novela.

Destruir e insultar.

En esto de los comentarios destructivos per se no se salva nadie. Si tienes un blog de opinión personal, pues porque tus opiniones no gustan. Si tienes un blog de contenido científico, entones es porque estás equivocado. Por lo que he visto, la mayoría de esos comentaristas destructivos se caracterizan por un motivo: carecer de pruebas y tan siquiera de argumentos.

Yo sigo un blog de un ingeniero eléctrico. Entre otros muchos temas, el hombre realiza análisis de las supuestas ventajas de los autos eléctricos y los híbridos, en contra de los motores de combustión. Con profundos y numerosos cálculos matemáticos contradice esos mitos del rendimiento, además de que, en sus razonamientos, aporta las pruebas necesarias para desmontar todos los argumentos publicitarios. Además, dice todo aquello que las compañías automotrices y los vendedores ocultan sobre los autos eléctricos y los híbridos. Pues bien, le sobran los comentaristas que lo fusilan y le llaman de todos sin aportar ni una mínima prueba en contra de sus cálculos y razonamientos.

En otro blog, un licenciado en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y también técnico agrícola especialista en industrias agrarias y alimentarias, realiza análisis sobre alimentación desmontando mitos, destapando fraudes y aclarando interrogantes. Tampoco le faltan los comentarios virulentos.

En otro blog más, un ingeniero químico y especialista en cosmetología analiza productos de belleza. Fórmulas químicas por medio y razonamientos acordes, desmonta afirmaciones publicitarias sobre el supuesto beneficio hidratante, de rejuvenecimiento y de protección de la piel que se otorgan a sí mismos muchos productos. Él demuestra que esos efectos son nulos o incluso adversos, y que el beneficio supuesto no es más que una simple apariencia cosmética, no una realidad. Pues tampoco le faltan los ataques ardientes por parte de supuestos «particulares» que, en definitiva, representan a los sectores interesados y que se ven afectados por esas opiniones.

Insultos a 300 km/h.

Finalmente, como ejemplo más que elocuente en esto de acumular comentarios negros, negativos y destructivos, tengo que referirme a un blog de F1. Su autor se declara fanático de Fernando Alonso y es evidente que lo apoya. Eso no le quita de realizar análisis objetivos sobre las diversas carreras y sobre la actuación y comportamiento de otros pilotos.

Pues nada, resulta una fija que si realiza comentarios elogiosos de Alonso, una enorme y desorbitante cantidad de comentaristas lo ataquen con toda saña. Si se le ocurre realizar alguna crítica o análisis negativo de algo que haya hecho Vetel, Ricciardo, Verstapen, Hamilton o cualquier otro de la parrilla (noticia que las revistas especializadas también realizan en similares términos), que se prepare. A él le caerán encima sacándole en la cara a Alonso (a quien no se cansan de insultar) y poniendo negro al autor, de maneras altamente degradantes y virulentas, tan solo por ocurrírsele escribir lo que sea que haya escrito.

Yo supongo que el autor de ese blog ni siquiera se molestará en leer los comentarios. Yo no lo haría. Asumo que a él le interesan tan solo como cifras estadísticas a los fines de lecturas y de popularidad, ya que es un blog que sale a través del diario 20minutos.com.

En fin: este es el mundillo de Internet. O habría que decir el bajo y sórdido mundo de los comentarios. Porque ni siquiera Facebook, Tweeter y otras redes sociales se salvan de esos tipos. Aunque en ellas es mucho más sencillo deshacerse de ellos: basta tan solo con bloquearlos o eliminarlos y punto.

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