Definitivamente; estamos en un mundo consumista. El cacareado reciclaje es puro cuento y, como ya dije en otra oportunidad: reciclar es cosa del pasado.
Con esto de la evolución del cine en 3D, hemos pasado de las gafas baratas y desechables de montura en cartón, a otras que utilizan pilas, que hay que devolver al final de la película. Pero, en el medio, están las salas que utilizan para la visión tridimensional unas gafas de bastante buena calidad, con montura en pasta, que tienes que tirar a la basura al final, porque no te permiten reutilizarlas.
Un cartelito en la taquilla te aclara que las gafas “son gratis”. Para empezar, a pesar de que el costo de producción de esas gafas 3D sea relativamente bajo, alguno tendrán, costo que es trasladado al valor de la entrada. Porque no las fabricaron “gratis”, ni son gratis en realidad. Algo de ese costo se está reflejando en el valor de la entrada. Pero con esa pseudo-razón de la gratuidad te impiden solicitar ningún descuento reciclándolas para otra película, en el caso de que pretendas llevar las gafas de la anterior. Simplemente te dan otras junto con el boleto.
Quizás comercialmente la estrategia les sea rentable, pero no lo es desde el punto de vista lógico ni ecológico, porque se genera basura plástica innecesaria. ¡Pero qué le vamos a hacer! Nos obligan al consumismo, al despilfarro y a la contaminación ambiental.
Si al elevado costo de una entrada para películas 3D en Madrid (unos 10,50 euros), le sumo que en ese mismo cine me quieran asaltar cobrándome €5 por una botellita de agua o un refresco (que cuestan €1,00 y €1,60, respectivamente en cualquier parte normal), a la salida de la película no les dejo en sus papeleras mis gafas 3D desechadas. No sea que las vayan a agarrar, las metan dentro de una nueva bolsita y reutilicen. Ya que, forzosamente, me obligan a deshacerme de las gafas y la bolsita plástica en que vienen, lo hago en algún contenedor de materiales plásticos que esté bien alejado de allí. Aunque sea por fastidiar.