De la huelga general «impuesta» en España por los sindicatos obreros, que se realizó el pasado día veintinueve, quizás nunca se conozcan las cifras reales de personas que, siendo trabajadores con empleo, no acudieron a sus puestos de trabajo por voluntad propia, secundándola.
Las cifras oficiales del gobierno se cruzan con las dadas por los sindicatos, como no podría ser de otra forma. Pero algo es seguro, el 100% de los desempleados no fueron a trabajar… ese día tampoco.
Lo lamentable ha sido la previsible demostración de lo que me parece un doble discurso sindical. ¡Cuando no! Durante días se esforzaron en hacernos creer que la huelga general que ellos «imponían» (fíjense que no quiero decir: convocaron) era para quienes quisieran cumplirla, pues los que quisieran realizar su jornada laboral ordinaria eran bien libres de ello, ya que para eso estamos en democracia. Supongo que interiormente se reirían a carcajadas cada vez que decían semejante sandez.
Las pruebas han sido sobradas. No solamente hubieron piquetes violentos (que son ilegales) compuestos por trabajadores y quienes no lo eran, sino con presencia de sindicalistas. Como el caso del que arrolló el vehículo que intentaban detener por la fuerza de la masa humana interpuesta. Pues si es verdad que las altas jerarquías sindicales hablaban con sinceridad sobre la libertad de elección de los ciudadanos, a ese y esos sindicalistas piqueteros tendrían que destituirlos de sus cargos, opino yo. Pues no creo que los piquetes sean parte de las armas sindicales ni deben ser tolerados.
Y que no me vengan con las idioteces de que se trataban de piquetes informativos, como les han llamado. ¡Nada había ya que informar! Un grupo de personas impidiendo la circulación de vehículos en el acceso a las fábricas y lugares de trabajo no son más que piqueteros, punto. Y la función de los piqueteros es impedir el acceso a los sitios de trabajo a las personas que acuden a trabajar, y en el menor de los casos dificultarla y retrasarla al máximo posible.
Lo que me pareció el colmo fue ver en las noticias televisivas, a unos piqueteros tratando de impedir el acceso a muchos sitios claves de trabajo, como el caso del principal mercado de Madrid y el de Barcelona, cortando calles, deteniendo vehículos y preguntándole a los conductores cuales eran sus motivaciones para querer ir a trabajar. ¡Coño! ¡Tamaña desfachatez! Como si ellos tuvieran autoridad moral alguna para interrogar, ni los otros la obligación de dar razones. No todos los trabajadores activos de España estaban de acuerdo con la huelga, así que razones podían haber muchas: ¡voy a trabajar porque estoy en desacuerdo con la huelga! ¡voy a trabajar porque esto es una democracia! ¡voy porque me da la gana! Que, por otra parte, estoy convencido de que ninguna respuesta que el trabajador diera sería tomada como aceptable por esos exaltados. Supongo que el mal intento de ecuanimidad en las palabras y actitud de quien salía en la TV haciendo la pregunta, era debido a que tenía las cámaras filmándolo.
De los individuos llamados «anti-sistema», que al fin y al cabo no son sino seres antisociales, sociópatas y psicópatas muchos de ellos, y el resto delincuentes comunes, son los mismos que están presentes en cualquier tumulto público, bien sea una simple marcha de protesta o para celebrar una victoria de fútbol. Los mismos que aparecen para oponerse al desalojo de esos otros anti-sistema: los que se dedican a ocupar por la fuerza viviendas privadas y edificios públicos a la menor oportunidad. Así que todos los problemas vandálicos que causaron este miércoles, principalmente en Barcelona, amparados en la huelga general, eran de esperarse, como bien lo sabían las fuerzas del orden público. Hora es de que los vayan fichando.
¿Y la policía? Pues lo mismo de siempre. Si no intervienen serán luego tachados de indolencia. Si intervienen serán acusados de excesos. ¿Se supone que los policías deben aguantar plantados y sonrientes los envites, empujones, golpes y todo lo que los manifestantes quieran echarles encima? Todos tenemos un límite de aguante; algunos lo traspasamos antes que otros.
Los piqueteros exigían que les dejaran manifestar su derecho a la huelga, al grito de «democracia». Mientras tanto, todos los conductores y trabajadores represados por aquellos exaltados, se veían impedidos de ejercer sus derechos democráticos a la libre circulación y al trabajo, porque el derecho de los piqueteros, amparados por la fuerza y la violencia extrema, estaba por encima del de ellos, por pacifistas. Definitivamente, en esta enorme granja todos somos animales, aunque algunos se consideren más animales que otros y se comporten como tales. (1)
Este jueves, mientras muchos comerciantes sacaban escombros de sus locales y trataban de contabilizar las pérdidas con tristeza y desolación, los santones sindicalistas encumbrados en la cúspide de la representación laboral amanecieron risueños por los logros obtenidos. Yo no sé si el gobierno cumplirá con sus pretensiones laborales, pero sí que se cumplieron sus aparentes propósitos de dejar con su huelga general cientos de miles de euros de pérdidas por daños vandálicos, más los millones por la improductividad laboral de ese día. ¡Qué importa que estemos en crisis! Son simples daños colaterales. Total, ahora puedes verlos en la TV muy sonrientes y ufanos, al lado de miembros del gobierno, «dialogando». Al fin y al cabo, ni las empresas que no pudieron abrir sus puertas el miércoles, ni los comercios destrozados o saqueados eran de ninguno de ellos. ¿Con amigos así quién necesita enemigos? ¡Que viva España!
(1) Parafraseando la obra titulada «La rebelión en la granja«, o «la granja de los animales», de Gorge Orwell
Foto: diario ABC [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]