La Pradera de San Isidro en Madrid

¡De oca en oca y salto por que me toca! De feriado en feriado, de fiesta en fiesta y que me quiten lo bailao. Otra Feria, la del puente de San Isidro Labrador en Madrid. Si no se hace puente no son fiestas. Concurrida procesión del Santo Patrono de la capital, largas filas para llenar botellas con el agua del manantial de la ermita, a ver si este año nos cura alguna dolencia o por lo menos levanta el ánimo; niños y adultos vestidos con sus lindos atuendos goyescos, chulapos y chulapas, con que los de más edad, clavel rojo en el ojal,  hacen añoranzas de tiempos vividos que quizás no fueron mejores; pero probablemente sí más memorables.

La reunión familiar en la pradera de San Isidro es casi obligada. Ya no está Goya para pintarla, pero esoy yo junto con otros cientos para retratarla. Lo tradicional es llevar la comida hecha en casa, sin que pueda faltar la tortilla de patatas  alternada con toda suerte de acompañantes, e intercambiar las viandas con los otros. Por supuesto, eso da pie para que las cocineras y cocineros se pasen secretillos culinarios e intercambien recetas. ¡Porque no vayan a creer que todas las tortillas de patatas son iguales! Eso sería demostrar una total ignorancia del arte creador de la tortilla española.

¿Y las roscas? ¿Cómo se me iban a olvidar? Así como muchos no conciben unas navidades sin el tradicional roscón de reyes, por estas otras fechas lo son las rosquillas de Santa Clara, junto con las listas, que tienen un glaseado por encima y, las tontas, que no tienen nada. Bueno, en estas cosas es absolutamente cierto que se trata de cuestión de gustos. Flotan en el café, son impermeables por más que las sumerjas y, por si fuera poco, habrá que ser santo o anacoreta para comerlas; más secas y tiesas no podían ser. Cuando las partes suenan como si se quebrara un hueso. Deben ser milagrosas, porque pareciera que las puedes dejar un año olvidadas en la alacena y encontrarlas igual que el primer día que las compraste.

Claro que, muchas amas de casa, prefieren tomarse el día como un merecido descanso lejos de los fogones. Para comida, en la cuesta de la pradera se montan los chiringuitos de todos los años, repletos de variedad y cantidad de platillos como para alimentar a varios regimientos. Sin embargo, con esto de la crisis, parece que muchos optaron por llevarse de casa aunque fuera un bocadillo, porque la cosa no está para dispendios. Y es que los precios en esos tarantines bajo toldos no son precisamente solidarios. Y si no, que se lo pregunten a quienes, como si fuera en el mejor restaurante de Madrid, pagaron quince euros por una jarra de sangría proveniente de un tetrabrick Don Simón, o de vino El Duque al que agregaron cuatro trocitos de naranja. Yo vi a los camareros abrir esos envases en tres de esos negocios. Aunque, supongo que no faltaron los que pensaron todo lo contrario; que en honor al santo ese era el mejor día para cualquier dispendio.

Pero la pradera estaba repleta. Las sombras bajo los mejores pinos, como siempre, bastante cotizadas. Y el parque de atracciones estaba repleto de gente  divirtiéndose de lo lindo en toda clase de artefactos. ¿Los predilectos? ¡Los carritos chocones! ¡No faltaba más!

Y entre tanta gente, feos y guapos, los ataviados a la usanza y los que van a la despreocupé, se mezclan sin reparos ni miramientos; que lo importante es pasárselo bien. Tampoco podían faltar los actos culturales en los escenarios de siempre, a media cuesta y arriba en la cuesta. Grupos musicales de rock actual, junto a la inmortal zarzuela de siempre, cantares de diverso género y… lo más madrileño: el baile del chotis a ritmo de organillo. Cualquiera puede bailarlo. El hombre no tiene más que colocar una moneda en el piso, juntar los pies y quedar tieso, mientras la mujer lo va haciendo dar vueltas alrededor de la moneda, tal como esos muñecos bailarines de las cajitas de música. ¡Sí, ya lo sé, ya lo sé! No hace falta que me digan que de chotis se tanto como de tango, sevillanas o sardanas. Pero eso es lo que a mí me parece una pareja bailando chotis.  Pero pueden ver un par de estilos en los dos vídeos que les dejo, junto con un interesante fotomontaje musical en el tercero, sobre la vida de Madrid durante las ferias de San Isidro.

Se me olvidaba: para muchos otros madrileños, las ferias de San Isidros son sinónimo de corridas de toros en la Monumental Plaza de Las Ventas. Cada quien a lo suyo.

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