La soledad que nos espera

Foto por Keyla Díaz

No es la vejez lo que me asusta, sino la soledad.

Ser viejo y estar solo en el mundo es lo peor que puede sucederle a una persona.

Prefiero morirme antes que quedarme solo y vivir en un asilo.

Estas palabras, y otras parecidas las he escuchado y leído en variadas ocasiones.

Pero no son solamente palabras, sino hechos. Las cifras son contundentes. En España, de una población de más de 44 millones de personas, los mayores de 65 años representan más del 21%, lo que da unos nueve millones y cuarto de ancianos. De estos, sobre el 17% viven solos, representando más de un millón y medio de personas con necesidades de atención geriátrica especial.

Hay quien opina que el poco sentido que le queda a la vida es la vejez. Sin embargo, la mayoría parece temer la llegada de esa vejez ineludible. A veces ese temor se presenta prematuramente en algunos, confundiendo signos y síntomas en forma algo hipocondriaca.

A la vejez se le teme por diversas razones, unas verdaderas y hasta probables, otras son posibles pero muy poco probables, y hasta algunas hay que son puro mito. Algunos afirman que no viene sola porque vejez es sinónimo de enfermedad física y deterioro mental. En general, vejez y muerte es una sola asociación de ideas, que está fija en la mente de millones de personas.

No sabemos lo que pasará dentro de veinte o treinta años por causa de los avances médicos. Pero hoy en día, si el hilo de nuestra existencia no se corta a destiempo, no hay nada tan seguro como la vejez y la muerte. Creo que la mayoría de las personas afrontan esa posibilidad con entereza. Pero no es la vejez propiamente lo que preocupa y hasta asusta a muchos, sino la forma en que esa etapa va a ser vivida. ¿Podremos disfrutarla en compañía de los seres queridos? ¿Tendremos los recursos económicos para vivirla independientemente, si aquellos nos fallan? ¿Tendremos que depender de alguna otra persona o institución? ¿Acaso llegará a ser preciso solicitar la caridad ajena? Es sumamente doloroso ver abuelas mendigando en las calles, pero ahí están.

pareja de ancianos En algunas sociedades, los ancianatos son el fin del camino. Ven a esas instituciones con la misma naturalidad con que, los esquimales de antes, dejaban a los más viejos sobre un témpano de hielo a la deriva. Para los españoles, portugueses e italianos, y los latinos en general, los fuertes lazos familiares no nos permitían ni pensarlo. A pesar de ello, hoy en día, el asilo o las residencias de ancianos son el futuro más que probable para muchos, y la soledad es la compañera que espera, segura de la llegada. Si muchos matrimonios de hoy no tienen tiempo ni de atender a sus propios hijos, ¿de dónde van a sacarlo para ocuparse de los padres, mucho menos de algún otro pariente consanguíneo?

Sin embargo, vivir en una residencia geriátrica no es lo más preocupante para la mayoría, sino esa soledad que nos espera, que parece haberse convertido en un problema mayor. Y me refiero a la soledad que da el quedarse sin familiares. La familia lo es todo. Porque las amistades son rellenos sociales del lugar y el momento. Algunas son más perdurables en el tiempo; quizás dos o tres lo serán a toda prueba; pero la mayoría son efímeras. Los amigos te entretienen, te dan cierta compañía y hasta soporte en algunos malos momentos, pero sumidos en sus propios problemas no suelen quedarse a cuidarte. Sin embargo, el peso favorable de las amistades en el día a día, es determinante cuando ya no quedan familiares o nos han dado la espalda. Aún teniendo que vivir en una residencia especializada, cuando el anciano mantiene el ánimo existencial, las viejas amistades o la capacidad de hacer otras nuevas, marcan la diferencia entre seguir viéndole sentido a la vida o caer en el destructivo sentimiento de la soledad absoluta.

Cuando los ancianos entran en una residencia geriátrica, puede ser posible que encuentren nuevos amigos. La capacidad de socializarse a menudo reside en la habilidad de caminar por el pasillo hacia la puerta, y no quedarse encerrado en la habitación.

Volviendo a los números, las que yo llamo cifras de la soledad , dadas por el INE* español para 2004, son las siguientes:

Hombres solteros que viven con otros familiares: 45,8%
Mujeres solteras que viven con otros familiares: 54,5%
Viudos que viven solos: 40,2%
Viudas que viven solas: 47,1%
Divorciados que viven solos: 72,7%
Divorciadas que viven solas: 43,8%

Foto por Keyla Díaz Hoy en día, solamente en Madrid, las personas mayores de 65 años representan el 19% de su población. Se estima que para el año 2050, tres de cada 10 españoles habrán llegado a los 65 años de edad. Para ese entonces el porcentaje de mujeres que vivan solas habrá aumentado, dado que la expectativa de vida de ellas es superior a la de los hombres. Pero para que esas expectativas se cumplan, se necesita algo más que salud durante la vejez, porque bien sabido es que el desánimo agrava la enfermedad en los ancianos.

El sentimiento de una vejez en soledad y acompañada de pobreza es más profundo en las mujeres. Las viudas que nunca han trabajado fuera del hogar, actualmente perciben apenas el 52% de la base reguladora que servía para calcular la pensión del marido. Las justas aspiraciones de las asociaciones de pensionistas son que esa base sea subida al 75% por lo menos. Para estas mujeres, doblemente viudas, tener una pensión de la Seguridad Social no es ninguna tranquilidad. Como tampoco lo es el que se diga que tienen la asistencia sanitaria asegurada. En el artículo titulado [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE], publicado en la edición impresa del diario El País el 3-12-05 se decía que:

En el informe del INSERSO sobre los mayores en 2004 se resalta que los servicios sociales solo atienden al 9,4% de la población.

En contra de cierta corriente social que opina que los ancianos son una carga económica para el resto de la población, los geriatras dicen que se debe invertir más recursos del Estado en el cuidado de los mayores. En este mismo sentido, Isidoro Rupérez, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología dice:

“Si acercásemos el gasto en vejez a la media europea, desaparecería esa bolsa de necesidad.”

Contar con el Estado es vivir de sueños y morir de desengaño. En España las residencias geriátricas públicas (gubernamentales, autonómicas o municipales) son tan escasas que las listas de espera superan hasta las expectativas de vida del más pintado. Foto por Keyla Díaz ¿Y quién puede costearse un hotel de 5 estrellas? Perdón, quise decir una residencia privada para ancianos. ¿Han visto los precios que tienen? Pues andan ya por la media de los 1.800 euros mensuales, en promedio. Y viendo nuevamente las cifras de la soledad uno se pregunta: ¿cómo no van a preocuparse los millones de españoles que viven solos, y que están seguros de llegar a la ancianidad en solitario si, en España, cada cuatro días un anciano muere en soledad? ¿Es esa la clase de soledad que nos espera? ¿A todos? ¿A una mayoría? ¿A una minoría? Aunque fuere a unos pocos, aún es demasiado.

Los ancianos tienen derechos legislados, pero como ocurre con todos los derechos, el asunto es lograr hacerlos cumplir. Llegar a una edad muy avanzada no tendría por que ser traumático, sin embargo parece que suele serlo, porque las instituciones y los mecanismos para el ejercicio de esos derechos no operan como debieran. De todos modos, para esa etapa de la vida hay optimistas que recomiendan cosas tales como ejercicios y bailes, otros recetan medicamentos o dietas, y hay otros que hasta tienen un decálogo de mandamientos para una vejez feliz.

“Si se relaciona el índice de envejecimiento y el esfuerzo de protección a la vejez, España se sitúa en la peor posición de la UE. Del grupo de los más envejecidos, es el que menos gasta en mayores.”

Si eso es así, no quiero ni pensar en los países latinoamericanos en donde los modelos de seguridad social son utopías.

Pero aún cuando ya no queden familiares alrededor nuestro, y los años sean tantos que hayamos dejado de contarlos; si las enfermedades, las desilusiones y los traumas nos han respetado las funciones cerebrales, aún nos quedarán nuestros recuerdos para ahuyentar esa devoradora y destructiva soledad. La verdadera sabiduría alcanzada será puesta a prueba en esos momentos. Aunque, hay neuróticos famosos, como Woddy Allen, que opina que la vejez no da sabiduría alguna. En cierta forma tiene algo de razón. No es el tiempo por si solo el que da la sabiduría. Porque así como el que padece de idiocia seguirá siendo idiota cuando llegue a viejo, muchas personas vivirán y morirán siendo inmaduras. Es la experiencia mesurada, cribada, seleccionada y controlada a lo largo de nuestra vida, la que nos dará esa sabiduría acumulativa que rezumará en la vejez, cuando ya no tengamos ni interés ni prisa alguna por demostrar todo lo que sabemos. Es la época de la sabiduría callada.

Se afirma que la verdadera vejez es más física que mental. La mayoría de los jóvenes de hoy ven signos de vejez en cualquiera que tenga quince años más que ellos. Son aquellos que miran con ojos de indiferencia. Hay quizás también un cierto temor de verse retratados, por eso aborrecen las manifestaciones de vejez. Pero hay también aquellos que miran con los ojos del amor. Estos son más afortunados, y no ven llegar la vejez hasta que ya es imposible de ocultar.

Foto por Keyla Díaz Porque hay esa clase de vejez que resulta como el cerezo, que aún casi no ha terminado el invierno y ya revienta en flor, mientras los demás árboles siguen yermos. En ese momento se hace imposible de ocultar, y destaca por sobre todo lo demás por su armonía y serena belleza. Es lo que yo llamo, el modelo de vejez del cerezo en flor. Esa que yo anhelo ver en mis familiares y en todas las personas a mi alrededor. Las parejas llegadas a la vejez como florece el cerezo, no necesitan de palabras. Todas sus acciones bastan para mostrar que han logrado llevar una vida común, compartida con satisfacción y sabiduría hasta en los momentos más pequeños, sobreponiéndose juntos a toda penuria. Si somos atentos observadores de los demás, podremos llegar a darnos cuenta de eso. Comprenderemos entonces que la no presencia de uno no significa ausencia, necesariamente, y entenderemos lo que es amarse eternamente, y que los recuerdos gratos son un don muy precioso.

Carta a la esposa que se queda.
Anónimo

Cuando yo tenga que dejarte por un corto tiempo, no detengas tu pena dentro de ti por muchos años, al contrario, empieza con valentía y con una sonrisa, y por mi memoria y en mi nombre vive tu vida y haz todas las cosas igual que antes; no alimentes tu soledad con días vacíos, sino que llena cada hora que estés despierta con actos útiles.
Da tu mano para ayudar, consolar y animar, y yo, en cambio, te ayudaré a ti y te tendré muy cerca.
Y nunca, nunca, tengas miedo de morir, pues yo estoy esperando en el Cielo.

Actualización: 13-02-2006. Decálogo para que los viudos y viudas sean felices y hagan felices a los que los rodean.

Una de cada 5 personas viven solas y sufren de soledad, en Granada.

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(*) Último dato publicado: período 1991-2004 calculado con las estimaciones de población al 6 julio 2005. Series desde 1975 hasta 2004

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3 respuestas a La soledad que nos espera

  1. Terminus dijo:

    Excelente artículo.
    La situación de nuestros mayores en nuestra sociedad moderna es realmente preocupante y el problema está mucho más extendido de lo que a primera vista pudiera parecer.
    Ahora, en España, acaba de aprobarse una ley para ayuda de las personas con dependencias que (independientemente de debates políticos) es digna de elogio, si bien no solucionará más que una pequeña parte de los problemas de esas personas que viven -y muchas veces mueren- en completa soledad.
    En cualquier caso, el primer paso es tomar conciencia, y artículos como este ayudan en ese propósito.
    Un saludo.

  2. Terminus dijo:

    Un pequeño cuento de ficción:
    http://terminustation.blogspot.com/2005/12/se-llamaba-soledad.html

    «El infierno está todo en esta palabra:
    soledad.»
    Victor Hugo

    PING:
    TITLE: Se llamaba Soledad
    BLOG NAME: Estación Terminus
    «El infierno está todo en esta palabra:
    soledad.»
    Victor Hugo

    LLevo dos días tirada en el suelo.Ya me voy acostumbrando al dolor, pero durante muchas horas creí que iba a asfixiarme porque al respirar algo se me clava en el costado. He debido…

  3. ana paula marley levi dijo:

    Guardian, hola si aun sigues activo¡¡¡¡ Nacemos solos y en esta condicion, sinceramente, es cuando mas he podido reflexionar sobre mi vida y la vida que le he dado a mi cerebro. Mi cerebro continua solo, conformado su mundo, viviendo cada momento, sintiendo, si al final de mis dias mis neuronas quedan solas, espero sea en un faro como el tuyo, donde pueda ver astros, estrellas, planetas y hablarles….

    un beso

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