La vieja damita de la cafetería Elisabeth

vista exterior del bar y cafeteria elisabeth
La vieja damita era una constante presencia en el monótono discurrir de los días.

En los cálidos, cuando el bar y cafetería Elisabth instala las mesas en la terraza de la Av. Bruselas de Madrid, ella solía ocupar la mesa del rincón más alejado, junto a la barrera de setos traseros. Era  raro verla acompañada por alguien. Usualmente estaba solitaria, callada, mirando alrededor, quizás sin ver o, quizás, viendo lo que nadie más captaba.

En los días fríos ella ocupaba uno de los sofás del cálido interior de la cafetería, de espaldas al ventanal lateral, generalmente con una taza ante sí, cuyo café ya se había bebido hacía mucho. Cuando la concurrencia llenaba el local la rodeaban mujeres de su edad y aún mayores. Pero muy pocas veces yo la vi conversar con alguna. Ella escuchaba, observaba y callaba.

La caracterrística principal de la vieja damita de la Cafetería Elisabeth era el postizo en la parte superior de la cabeza. El color canoso no se diferenciaba en nada de resto del cabello, pero su falsedad solía ser delatada, no tanto por su esponjosa altura sino por estár torcido hacia algún lado.


A cualquier hora de la mañana que yo pasara la veía allí. Volvía luego por la tarde. Yo me preguntaba si aquella mujer se habría casado, si habría tenido hijos y nietos. ¿Sería viuda? Terminé dando por supuesto que ella vivía sola y aplacaba un poco la soledad de su vida en aquella, su otra aislada soledad en la cafetería. No debía tener ni perro ni gato a quien cuidar, por las tantas horas que se ausentaba de su hogar. ¿Tendría, acaso, alguien que la cuidara a ella?

Yo siempre la vi sentada… hasta aquel día. Fue hace meses. Acerté a pasar cuando ella salía de la cafetería, caminando muy despacio. Noté entonces que cojeaba de una pierna, arrastrándola un tanto. El pie lo tenía torcido.

La observé alejarse por la acera de la Av. Bruselas. Debió ser como una despedida, porque desde entonces no la he vuelto a ver. Mis ojos echan de menos su presencia cuando paso por allí.

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