Los malos olores del verano

el zorrillo pepe le pewNo es que en el verano los árboles y flores dejen de emitir sus aromas ordinarios. No provienen de la naturaleza los malos olores del verano a que me refiero,  sino a esos que pueden convertir una simple estancia en una sala de espera, un día en la oficina o un viaje en bus o en metro en una desoladora y nauseabunda experiencia: son los olores corporales de ciertas personas.

La halitosis se refiere al mal olor bucal, aunque se ha extendido para describir el mal olor corporal en general, causado usualmente por falta de aseo personal. Hay quienes deben pensar, supongo yo, que en medio de estos sofocos veraniegos de la mayor parte de la España en alerta roja por altas temperaturas, como el caso de Madrid, pueden seguir cambiándose los calcetines y dándose un duchazo tan solo los sábados en la tarde, como seguro harán en invierno.

También pienso que debe haber muchos de esos mismos y otros más, que piensen que, cuando se habla de «usar desodorante» la gente se refiere a los que se colocan en los cuartos de baño o en el interior de los coches. Porque no se justifican los asquerosos olores a sudor rancio y acumulado en los que te ves envuelto tantas veces, particularmente cuando entras en los vagones del metro o en un autobús. No se trata ya de un simple «violín», sino de toda una orquesta de cuerdas.

Por su amplitud, en el metro tienes la opción de irte hacia un extremo del vagón o, si son vagones intercomunicados, recorrerlos de atrás adelante hasta encontrar aire limpio, tanto como se pueda; pero en los autobuses estás absolutamente preso. La única escapatoria, en ocasiones, no es otra que la de bajarte en la siguiente parada y volver a probar suerte con el siguiente. Aunque lo que provoca, sinceramente, es vomitarse encima del causante, a ver si a sí se cambia la ropa y se da un baño.

Cuando tengo que pasar por esos asfixiantes momentos, lo que quisiera, a falta de una máscara antigás, es colocarme una pinza en la nariz y ponerme delante del causante arrojando puñales por los ojos, para que se de perfecta cuenta del motivo. Pero todos callamos y aguantamos con mayor o menor resignación, sobre todo cuando se trata de algún compañero de trabajo. Quizás por educación… un exceso de educación, quizás.

Inmerso en alguna de esas situaciones en nada me alivia pensar en aquel: «perdónalo, Señor, porque no sabe lo que hace». Luego, al alejarnos del causante, vamos nerviosos, inquietos, levantando los brazos y oliéndonos nosotros mismos, tratando de averiguar si nos pegaron el repugnante olor. Porque… de que se pega, se pega.
Son las cosas del verano entre las aglomeraciones de gentes. ¡Qué se le va a hacer!

Imagen: Pepe Le Pew, personaje de la serie animada Looney Tunes de la Warner Brother.

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