Mentiras y política

candidatos presidenciales


Los sociólogos tratan de explicar el cambio en los comportamientos ciudadanos ante determinados pecados de la democracia: por ejemplo, por qué hay más sensibilidad en unos momentos que en otros -y en unos países más que en otros- ante la mentira y la manipulación política (o ante la corrupción). (…)

(…) Como explica el intelectual italiano Paolo Flores D’Arcais, la aniquilación de la verdad y la aniquilación de la democracia caminan al mismo ritmo, constituyen dos indicadores recíprocos y convergentes: las libertades públicas y las mentiras políticas circulan de forma inversamente proporcional.

Lo anterior pertenece al artículo titulado [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE], pertenece a JOAQUÍN ESTEFANÍA y fue publicado por el diario español EL PAÍS del 11-10-2006 en su sección de opinión, en la TRIBUNA: SOBRE LA CALIDAD DE LA DEMOCRACIA. Continúa diciendo Estefanía:

El grado de tolerancia con respecto a la mentira política es un indicador barométrico de la calidad de la democracia. La mentira es afirmar algo que sabemos falso, con la intención de engañar o confundir. Al mentir, el mentiroso acrecienta su propio poder y reduce el nuestro. El profesor norteamericano Michael P. Lynch (…) dice que creemos que el mentiroso está contando sinceramente su verdad y, al creerle, cedemos parte de nuestra libertad en función de la mentira. Pasamos a estar sometidos a la voluntad del otro.

El problema se presenta cuando, a sabiendas de que nos están mintiendo, aceptamos esas mentiras políticas que nos dicen y las convertimos en verdades, bien sea por miedo, por ignorancia, por comodidad o por cualquier otro motivo. Es en ese momento cuando el ciudadano pierde su capacidad de premiar o castigar a sus gobernantes, de acuerdo a sus actos de gobierno, y queda permanentemente sometido a la voluntad de los dirigentes políticos.

Para que funcionen, las democracias necesitan que sus decisiones sean informadas. Ello significa que los representantes de los ciudadanos han de ser tan veraces como sea posible. «Sin esa sinceridad pública, el ciudadano de a pie«, escribe Lynch, «no puede, por ejemplo, tomar una decisión acertada sobre el candidato que mejor representa sus intereses. Y en la medida en que no pueden tomarse esas decisiones, el proceso democrático resultará ilusorio y el poder del pueblo quedará reducido a un mero eslogan«. Eso es la democracia herida. José María Maravall (…) insiste en la tesis: los ciudadanos deben tener una capacidad real de premiar o castigar a los políticos; si éstos disponen de mayor o mejor información que los votantes, su control se hará difícil. El control democrático depende de que los ciudadanos dispongan de información verdadera y en tiempo, para atribuir responsabilidades a sus representantes. «Sucederá entonces que las estrategias de los políticos consistirán en la manipulación de algunos requisitos, para mantenerse en el poder y maximizar la autonomía de sus políticas«. Premonitorio de lo que está acaeciendo en España. (…)

Si bien Joaquín Estefanía se refiere al acontecer político español, sus observaciones sobre las mentiras políticas y su efecto en las democracias, puede aplicarse muy bien a lo que ocurre en Venezuela, inmersa como está en un régimen revolucionario pro-cubano y un escenario electoral que deberá decidirse en las elecciones del 2 de diciembre próximo.

Yo no podría afirmar que todos los políticos son unos mentirosos, ni cual de los pasados gobiernos ha mentido más. Pero si he notado que durante los ocho años que lleva el imperio de Chávez, -el nuevo Rey Sol- la mala información, las mentiras -incluso las más descaradas- y los intentos de desinformación nacional e internacional sobre la verdadera realidad del país, son parte del orden diario, tanto como las consignas revolucionarias en los encabezados o pies de documentos administrativos oficiales. Porque para lograr los objetivos de su revolución a la cubana, es indispensable acabar con la verdad y la democracia. En este nuevo orden de ideas, toda verdad que no salga de la boca de un vocero del gobierno, es una mentira. Y toda mentira que sea dicha por el gobierno debe ser considerada por el pueblo como la más absoluta verdad.

Por otra parte, y es lo que me resulta más alarmante, yo no veo a los candidatos presidenciales de oposición eximiéndose de ofrecer imposibles y sembrar mentiras al boleo, que algunas caerán en los oídos adecuados que les den crédito. Pareciera que la vieja consigna de que «el fin justifica los medios» sea el lema de los candidatos electorales, quienes parecieran justificar toda mentira con tal de sentarse en el sillón presidencial, por el bien del país, según terminan afirmando. Creo que, con respecto a los políticos, gran parte de la población estamos pasando por una crisis de credibilidad que, en estas aguas tan turbulentas que están corriendo por Venezuela, y en las que nos jugamos el futuro de las libertades personales y la democracia, nos lleva peligrosamente hacia la orilla de la indiferencia.

¿Cómo acercar la política al ciudadano?; ¿cómo exorcizar esa impresión de que todos los políticos mienten por igual y por lo tanto es lo mismo votar por unos o por otros, o no votar?; ¿con qué anticuerpos inmunizar contra la indiferencia? (…)

Hay opiniones al respecto, pero no hay fórmulas infalibles, probadas y validadas para todas las sociedades. Hay quienes opinamos que, en Venezuela, la democracia no es más que una palabra, un recuerdo que cada vez se hace más lejano, pero no el acontecer diario. Con una Asamblea Nacional absolutamente afecta al gobierno, dispuesta a aprobar, sin discusión alguna, cualquier ley que sea necesaria para alcanzar los fines revolucionarios -o personales de Chávez- aún cuando vaya en contra de todo sentido común, y con el resto de los poderes subordinados al Ejecutivo, representado en una sola persona, no hay ni puede pensarse que pueda haber un verdadero estado de derecho.

Por si fuera poco, con el Poder Electoral vendido también a los deseos de Hugo Chávez, tampoco hay garantías de transparencia y limpieza electoral. Cuando en un universo electoral de 16 millones de votantes, Chávez dice que ganará con diez millones, no está expresando una opinión, ni siquiera manifestando un deseo personal, sino que está dando una orden a todos los poderes públicos para que le fabriquen un triunfo con ese número de votos a su favor.

Pienso que el Derecho Internacional, tendrá que redefinir cuándo debe entenderse que en un estado existe democracia. Porque ya no basta que el presidente haya sido elegido en una votación popular mediante el sufragio, que exista una constitución y que se cuente con poderes públicos separados -al menos separados en apariencia jurídica- cuando todo lo demás es una gran farsa, una gran mentira política, como dice Joaquín Estefanía:

La democracia es incompatible con la gran mentira política. El político que miente es enemigo de la democracia, aunque haya sido elegido democráticamente.

Y recordando mi artículo anterior sobre la película El laberinto del fauno, me resuenan las palabras pronunciadas por «el doctor» cuando el Capitán Vidal le preguntó por qué no cumplió sus órdenes:

Porque cumplir órdenes, sin pensar, solamente lo pueden hacer individuos como usted.

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Una respuesta en “Mentiras y política

  1. Arturo R. Pasarón dijo:

    Cuando la mentira carece de castigo; Mentir es útil para el sucio y el tramposo. La verdad forma y educa a seres capaces, atados a formas responsables de conducta, donde la palabra y los hechos van de la mano. La mentira manipula a los tontos y cuando éstos descubren la falsedad, aún no saben el camino correcto. En democracia, la ley es quien establece el imperio de la razón y los gobernantes, se encargan de hacerla cumplir de manera eficiente. Los ladrones del poder, requieren edificarse en la ley para imperar desde su incapacidad sobre las deficientes democracias y sobre otros ciudadanos; para ellos usan palabras que no significan nada en absoluto, evadiendo las normas establecidas en las razones: Revolución, cambio, avance o progreso, son palabras huecas en bocas de políticos, para manipular a los pueblos. El día que se castigue al que use la palabra en la política para dejar fuera sus compromisos de conducta. El que gobierna, estará sujeto a las leyes. Porque la palabra del político, es su herramienta de trabajo. El uso inadecuado de esa herramienta y su impunidad es quien determina, las miserias en las sociedades, dirigidas por miserables.

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