Por el amor de un perro supera la anorexia (I)

anorexia

El rostro lucía muy demacrado. Para una joven de 18 años que, por su estatura y consistencia física, debiera pesar 65 kilos, llevar la aguja de la báscula solo hasta escasos 52, era un claro síntoma de padecer un serio desorden alimenticio. Por si fuera poco, varios días de ayuno total, para tratar de bajar hasta los 50 kilos, la habían dejado sumamente debilitada, incapaz de hacerle frente al fuerte dengue hemorrágico que la consumía. La vida se le iba con cada vómito de sangre.

Circulando por las finas mangueras transparentes, el suero descendía desde las botellas hasta el catéter que alimentaba su torrente sanguíneo por una vía, intentando mantenerla hidratada y viva, gota a gota, como los segundos que desgranaba el reloj de pared. Era una carrera de los médicos contra el tiempo, para una joven que había abandonado el conteo del tiempo y las ganas de vivir.


A poca distancia, una mujer observaba las acciones de una enfermera cambiando la botella de suero, e inyectando en ella un medicamento. Con los ojos húmedos, no podía dejar de observar el cuerpo inmóvil de su hija, cubierto por las blancas sábanas del cuarto de hospital. No podía recordar bien cuántos días llevaba allí, totalmente inerte.

Se preguntaba qué podría sentir alguien en esa condición. ¿En dónde estaría su mente? ¿Mar estaría tratando de aferrarse a algo por lo que mereciera la pena vivir, o abría abandonado esa lucha? Se recriminaba su propia actitud y abandono. Aquella era su hija, y le dolía ver todo lo que había pasado sin que ella hubiera hecho nada por ayudar. No había estado a estado a su lado cuando más la necesitó. Solo le pedía a Dios una pequeña oportunidad para rectificar. Anhelaba que pudiera servir para algo lo que, en secreto, saltándose las reglas del hospital, iban a tratar de hacer por ella, en un intento desesperado de darle el único motivo por el que creían que ella podría querer vivir.

Una familia rota.

Un hombre que abandona el hogar dejando a la mujer y una hija pequeña, por las que nunca vuelve a preocuparse, no es sino un número más en la elevada cifra estadística. Una mujer que, ante el abandono, se vuelve a casar, no necesariamente por amor, no es nada nuevo en el mundo. Y una niña de 10 años, que aborrece a su nuevo padrastro, tampoco es nada raro en ningún sitio, mucho menos en México.

La vida de Mar podría haber transcurrido dentro de cierta normalidad, como la de tantos otros en su situación, pero no fue así. Vivía en un conflicto continuo con su madre que la maltrataba, desahogando en ella la ira y frustración causadas por el abandono y las necesidades de una vida precaria. Tenía un padrastro al que no soportaba y con quien evitaba todo contacto. Se sentía desorientada y sola, sin una fuente de autoridad a quien contar sus problemas, escuchar y confiar, y la agobiaban ocultos sentimientos de culpa. El espejo pronto comenzó a devolverle una imagen que cada día le gustaba menos. Fue así que, ante las imperfecciones de los demás, surgieron sus ansias de ser perfecta, y comenzaron sus desórdenes alimenticios.

Mar sentía una soledad terrible, oprobiosa, y cada vez se encerraba más en si misma. Desde que podía recordar había anhelado tener un perro, que fuera solo de ella. Pero, por un lado su madre no lo permitía; por el otro, ella sentía que debía ser responsable, cuidar al animal, llevarlo al veterinario,vacunarlo, alimentarlo bien y proporcionarle todos esos cuidados que costaban un dinero que ella no tenía, pues eran bastante pobres.

(…)

 

Esta narración basada en un hecho real, continuará, pues se ha dividido en 5 fragmentos para su publicación en la web.

Foto: parte de una de las fotografías de la campaña publicitaria del fotógrafo italiano Oliviero Toscani contra la anorexia en el mundo de la moda.

Ir a la segunda parte.

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7 respuestas a Por el amor de un perro supera la anorexia (I)

  1. Marlu dijo:

    «intentando mantenerla hidratada y viva, gota a gota, como los segundos que desgranaba el reloj de pared».
    «ante las imperfecciones de los demás, surgieron sus ansias de ser perfecta, y comenzaron sus desórdenes alimenticios».
    «Desde que podía recordar había anhelado tener un perro, que fuera solo de ella».
    La primera parte está muy bien, por un lado es emotiva, y por otra parte conoces bien los sentimientos de perfección que buscan algunas personas, y enlazas muy bien la soledad con la necesidad que tiene de poseer un ser vivo, sólo para ella. Afecto sólo para ella.
    Muy bueno, en serio, sigue así.
    Un abrazo.

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