Un Sí por No

Se dice que tan sólo los grandes casanovas y hombres de mucho mundo con las mujeres, son capaces de conocer cuando el silencio femenino es un «Sí» o un «No». Y ellos, y solamente ellos, (más los actores en las películas, por supuesto) logran distinguir con precisión, cuando el «No quiero», dicho por una mujer, es en realidad un «Sí quiero» encubierto. Ante la duda, los demás mortales debemos resignarnos al abandono honroso y gallardo, aún a riesgo de parecer algo pusilánimes. Porque el otro camino, el valiente (o el osado, según el nivel del caso), es el de  exponernos a un rechazo, o aquizás a algo mucho más drástico.

Y ante el dilema de decir un «Sí» o un «No», ¿no era precisamente Don Quijote, quien le recomendaba mesura a su fiel escudero Sancho Panza, ya que la misma cantidad de letras tiene un Sí como un No?

Hay personas muy habilidosas en esto, y creo que algunas razas van por delante de otras en este tipo de agudezas. Pienso que los gitanos, por ejemplo, lo tienen más claro que los payos. A la hora de declarar, prefieren anteponer el No antes que el Si. Bien saben ellos que, en tales casos, la negativa no compromete en nada (1). Es algo que se encuentra establecido en los principios generales del Derecho: quien niega nada tiene que probar, pero quien afirma, sí que debe hacerlo. Y eso viene porque, en principio, y salvo casos muy específicos, establecidos en las leyes, no se pueden probar los hechos negativos.

Para ponértelo más claro: podrás demostrar de mil maneras que, alguna vez, estuviste de vacaciones en Alaska,  pero nunca lograrás demostrar, fehacientemente, que en tu vida has estado en Pinto o en Valdemoros.

Como hombre,  a mí poco me importa no saber distinguir, a cabalidad, cuando el «No» de una mujer encierra un «Sí».  Para mí, las cosas por su nombre: al pan, «pan», y al vino, pues «vino». Aunque, reconozco que, esas sutilizas, son una habilidad importante en ciertas relaciones, particularmente para saber si debes respetar esa peculiar señal de STOP,  puesta en un lenguaje que te resulta dudoso o hasta desconocido. ¿Será un simple «detente un momento, pero luego sigue«, o te marca un alto claro, tajante, rotundo y definitivo? ¿O tal vez será una simple señal de dirección prohibida, para los demás, pero que tiene para ti una vía alternativa que debes encontrar?  En esas circunstancias, si te equivocas  en la interpretación podrías estrellarte de manera bien fea o, en el mejor de los casos, terminar una buena amistad. Pero bueno, en última instancia, en estas lides es uno quien se lo pierde. Pero lo que a mí me revientan, son las personas que dan un «Sí», cuando en realidad quieren decir «No».  Deberían leerse el librito:»No diga si, cuando quiera decir no» (Herbert Fensterheim y Jean Baer. ISBN: 9788497596688) Y viceversa, por supuesto.

(1) De entrada, diga NO: las herramientas que los negociadores no quieren que usted conozca. (Por Jim Camp, ISBN: 9788495787521)

¿Por qué digo «sí» cuando quiero decir «no»?

Y para aquellos con problemas de asertividad, pueden descargarse el documento PDF  titulado: Asertividad: “¿Por qué digo “Sí” cuando quiero decir “No”?”

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Una respuesta en “Un Sí por No

  1. Luis Amezaga dijo:

    Me parece que es dar por hecho que ellas saben siempre muy bien lo que quieren, y me temo que no es así. A veces sí es sí, no es no, pero en muchas ocasiones sí, es sí pero no, y no es quizá. Adelante, atrás, un paso de baile continuo 😉

    He disfrutado con la entrada. Magnífica.

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