El buque fondeado frente al puerto

Buque frente al puerto¿Hay algo más triste que un buque fondeado ante el puerto?

Cuarenta días sin pisar tierra, cuarenta días de mar y horizonte.

Metal cansado del viaje, entrañas temblorosas de fatiga que descansan. La chimenea apagada se enfría en el viento del atardece. El viento silva entre las jarcias. El buque bornea siguiendo los caprichos de las corrientes y el viento. La cadena del ancla se retuerce y los grilletes emiten quejumbrosos chirridos de protesta.
Marineros de ojos cansados de tiempo se acodan en la borda con la vista fija en el puerto. Cual polillas tras la luz, los ojos se hipnotizan con las rutilantes luces pletóricas de calor y alegría mundana, invitantes. Los zapatos están ansiosos de calle, las gargantas resecas de licor, los oídos deseosos de risas femeninas y palabras dulces, los labios ardiendo por besos de fuego. Pero todo debe esperar.

Prendidas del viento llegan también lejanas canciones melosas. Parecen reírse de sus penas y burlarse de sus ansias de hombres curtidos de sal y tiempo. Pero todo debe esperar.

Las calles esperan oor sus voces de júbilo liberado; el licor en las botellas, espera; la esposa intranquila, espera; la hija esperanzada, espera; la novia ilusionada, espera; la madre angustiada, esperan.

Los marineros, acodados en la borda, observan las luces del puerto que se intensifican a medida que oscurece. No ríen, no hablan, solamente piensan y esperan.

¿Hay algo más triste que un buque fondeado esperando puerto?


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