[Con motivo de la publicación realizada por el sacerdote Joaquín Sánchez el 29-03-2018, que llevó por título: Carta abierta de un cura a la ministra Cospedal sobre banderas a media asta.]
Señor Joaquín Sánchez, sacerdote: Para comenzar quiero celebrar su valentía por decir lo que ha dicho, dirigido en primer término a la ministro de Defensa la señora María Dolores de Cospedal y, entre otras tantas, la imposición de que el Viernes Santo las banderas en los cuarteles ondeen a media asta, como señal de luto y duelo por la muerte de Cristo.
Porque da coraje, es cierto, que tantos políticos, politiquillos y politiqueros tomen injerencia en aquellos asuntos de los que debieran de permanecer bien apartados. Claro, si tuvieran algo de verdadera honestidad, como usted menciona. Pero no se le pueden pedir peras al olmo. En casos como estos es cuando más resalta la figura de aquellos fariseos que tanto destacan en diversos pasajes de los Evangelios. Porque, siendo honestos, lo que sobra en la política son fariseos como aquellos.
Concuerdo con su posición en mucho de lo que ha dicho en su misiva, en casi todo; en casi. Me voy a permitir indicarle aquellos pocos puntos sobre los que no estoy de acuerdo y mis motivos.
En lo referente a los militares. ¿Que lo militar y lo religioso no debieran de ir junto? ¿Por qué no?, le pregunto yo a usted. Los ejemplos que me ha dado la Santa Madre Iglesia son en el sentido contrario. El mayor armador de ejércitos ha sido la propia Iglesia, precisamente. Quizás se le han pasado por alto las aberrantes «guerras santas». O puede que se le haya escapado de la memoria el llamado del papa Urbano II. Sí, aquel criminal genocida —en mi opinión— que convocó a la Primera Cruzada al grito de: ¡Dios lo quiere! Aquella guerra que costó millones de vidas inocentes y dio origen a atrocidades abominables impropias de seres humanos; con el beneplácito y la bendición de la Iglesia Católica.
¿Se le ha quedado perdido en un bolsillo el Tribunal de la Santa Inquisición? Entre los más grandes asesinos sanguinarios, sistemáticos y despiadados que han dado la historia se encuentran muchos vestidos con sotanas. Demasiados. ¿No le enseñaron a usted eso en el Seminario? ¿Acaso no hubo papas que empuñaron la espada? Y no me venga a decir que fue para salvaguardar la fe y defender a Dios, porque entonces tendré que romper el artículo que usted ha escrito y mandarlo a la mierda, donde descansan tantos otros hipócritas y nuevos fariseos.
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