Yo puedo decir: Pienso, luego, existo.
Porque la vida me ha dado razones suficientes para comprender que hay muchos humanos que existen sin pensar.
Estoy hasta más arriba de la coronilla de escuchar los aplausos de las 20:00 en los balcones.
Ojo, no por lo que representan, que para ensalzar a todo el personal sanitario de España es muy poco, y yo ya lo hice en una publicación en Facebook. Lo que me molesta in extremis es que, con ellos, se esté olvidando lo más importante o a los más importantes.
Porque los españoles son (no todos lo somos) castañuelas, bulerías y toros. Y ensalzando al torero en el ruedo, entre los gritos de la afición, los vítores y la música no dejan escuchar los berridos de dolor y de angustia del toro ensangrentado y desgarrado por dentro.
De similar manera, los merecidos aplausos a los vivos nos hacen olvidar lo que importa, que son los miles de ciudadanos que ya han muerto en esta pandemia con nombre de Covid-19. Y con ello le hacemos el juego a la actitud miserable de un gobierno que quiere que los olvidemos, que deshumanicemos esos cuerpos en las morgues y en el cementerio y los convirtamos solamente en cifras estadísticas frías e insensibles. No solo no están todas las bandera a media hasta permanente, sino que ni siquiera quieren que se les haga el menor reconocimiento a los muertos.
¿Puede aplaudir aquel que ha perdido a alguien en la UCI de un hospital, sin ningún ser querido a su lado? Que todos los esfuerzos de los médicos y demás personal fue insuficiente para salvarlo.
Llegas a casa, cierras la puerta, dejas el carrito de la compra o lo que lleves, vas directo al baño y te lavas bien las manos un par de veces con jabón y te las seca; luego aplicas una solución antiséptica, para estar seguros, y sonríes feliz. ¿Piensas que ya estás limpio?
Quizás te hayas encontrado con algún familiar, conocido o amigo que te pregunta tu parecer sobre dos situaciones entre las que tiene que decidir. Quizás algo como:
Diversas voces en el ámbito político internacional se han levantado pidiendo que en Venezuela se celebren elecciones presidenciales cuanto antes. No dejan de ser más que unos buenos deseos basados en supuestos de hecho democráticos, por quienes viven en países con verdaderos respetos democráticos y que piensan como tales; pero que en su ingenuidad son totalmente desconocedores de la realidad política venezolana en los últimos veinte años, o que no quieren darse cuenta de la realidad que allí impera.









