Yo puedo decir: Pienso, luego, existo.
Porque la vida me ha dado razones suficientes para comprender que hay muchos humanos que existen sin pensar.
Estoy hasta más arriba de la coronilla de escuchar los aplausos de las 20:00 en los balcones.
Ojo, no por lo que representan, que para ensalzar a todo el personal sanitario de España es muy poco, y yo ya lo hice en una publicación en Facebook. Lo que me molesta in extremis es que, con ellos, se esté olvidando lo más importante o a los más importantes.
Porque los españoles son (no todos lo somos) castañuelas, bulerías y toros. Y ensalzando al torero en el ruedo, entre los gritos de la afición, los vítores y la música no dejan escuchar los berridos de dolor y de angustia del toro ensangrentado y desgarrado por dentro.
De similar manera, los merecidos aplausos a los vivos nos hacen olvidar lo que importa, que son los miles de ciudadanos que ya han muerto en esta pandemia con nombre de Covid-19. Y con ello le hacemos el juego a la actitud miserable de un gobierno que quiere que los olvidemos, que deshumanicemos esos cuerpos en las morgues y en el cementerio y los convirtamos solamente en cifras estadísticas frías e insensibles. No solo no están todas las bandera a media hasta permanente, sino que ni siquiera quieren que se les haga el menor reconocimiento a los muertos.
¿Puede aplaudir aquel que ha perdido a alguien en la UCI de un hospital, sin ningún ser querido a su lado? Que todos los esfuerzos de los médicos y demás personal fue insuficiente para salvarlo.