Vivimos una época en que, las mujeres, se visten más con pantalones que con faldas; por comodidad, según dicen. Por otro lado, los movimientos feministas ya no buscan lo que antes llamaban «igualdad» con los hombres. Ahora se habla de discriminación sexista. Que si en los nombres de calles predominan los masculinos, que el oso de Madrid es osa, que no es «la presidente» sino la presidenta; que no se debe decir «el hombre» para referirse genéricamente al ser humano, sino el hombre y la mujer; que si no es cura sino monja, que si esto o lo otro. No le doy importancia a muchas cosas, pero alguna que otra me causa cierto asombro.
Hace años que los semáforos para los peatones, a fin de ayudar a los daltónicos y muchos hill billies, incluyeron en sus luces la imagen de una persona: detenida en el rojo, y en actitud de caminar cuando el fondo de la luz es verde. Pero como el muñequito de marras tiene pantalones, se asume que es un hombre, por lo cual las feministas dicen que es sexista y discriminatorio.