Otras ferias de San Isidro. La visita a la ermita del santo y beber las aguas a las que se atribuyen propiedades curativas; ataviarse de chulapo o chulapa a la no tan vieja usanza, o los de épocas goyescas; pregones, desfile de cabezones y de autos antiguos, las tradicionales corridas de toros en la Monumental Plaza de Las Ventas; conciertos públicos y espectáculos a granel por todo Madrid, que no escatima para honrar a su santo.
Camino a la célebre pradera de San Isidro, tomarse una foto teniendo como telón de fondo un tema de Goya, para algunos es una oportunidad que no puede desperdiciarse. Esa pradera, hoy como antaño, es un sitio de encuentro. Amigos que no se veían, familias que comparten, y una buena excusa para dos de las cosas que mejor hacen los españoles: comer y beber.
Una buena parte de los que acuden prefieren seguir cultivando la tradicional costumbre de llevar su propia comida. Allí se juntan con los amigos y se intercambia, probando de aquí y de allá. Lo más popular, y no podía ser de otra forma, es la tortilla española en sus múltiples y multisápidas variantes de ingredientes, tamaños y grosores. Pero para quienes prefieren ir de brazos caídos, la oferta gastronómica es amplia y da para todos los gustos.
En bocadillos, tapas y pinchos lo que se te ocurra.
Carnes de res, cochino y pollo no podían faltar.
Y una enorme cantidad de personas hicieron fila para recibir una ración del típico cocido madrileño.
Pero la reina de todas es la paella, al menos por la imponente presencia que dan las enormes paelleras. Sin embargo, hay que andarse con algo de tiento con ella, si no se quiere recibir una sorpresa poco agradable.
Quien entiende de cocina, aunque tan solo sea un poquitín, sabrá que un minuto puede hacer la diferencia entre un filete de ternera asado a la plancha término medio, o bastante hecho. Pues con el arroz ocurre otro tanto. Unos pocos minutos más de cocción serán la diferencia entre una paella exitosa o un fracaso.
Estas grandes paelleras no pueden retirarse del fuego, pues el arroz se enfriará con gran rapidez mientras se sirven todos los platos para los que alcanza. Así que debemos ir con tiento, y mucho ojo. Si el cocinero decidió comenzar unos minutillos antes, las primeras raciones podrán tener un arroz «al dente». Unos minutos más tarde serán las que tienen el arroz con cocción perfecta. Y a menos que estén todos los comensales en fila, plato en mano, es seguro que, cuando de esa gran paella se haya servido la mitad, el arroz que quede ya estará pasado y blando, exactamente como a mi me disgusta.
Por eso he dicho que mucho ojo. Si observas el grano del arroz aún apretadito y suelto, está al dente, o listo; si lo ves que está gordito y esponjoso, tendiendo a apelmazarse, ya estará pasado de cocción. En lo particular, yo ya no pido paella si va por la mitad. Prefiero esperar a que comiencen a servir de una nueva.
Ventas de dulcería típica, en donde no pueden faltar las tradicionales rosquillas del santo. Tómbolas, charlatanes a granel, juegos diversos y todo un parque de atracciones para hacer las delicias de niños y adultos.
San Isidro Labrador cumplió con la canción, quitó el agua y puso el sol ese día 15 de mayo, aunque fuera a ratos, entre nubes. La Pradera se llenó a tope con gente contenta, gente despreocupada, gente alegre y bailaora, gente hambrienta y sedienta. No era día para quedarse en casa. Y no era día para dejar de vestirse a la usanza, ni yendo en silla de ruedas.
Es la forma de ser española, es España, es Madrid. Les dejo algunas otras fotos, espero que las disfruten.
Tema relacionado: San Isidro 2007
